La madre, es un ser irrepetible, irremplazable, y su valor es
inapreciable,porque la naturaleza ha depositado en ella una chispa
divina, para
convertirla en artífice de vidas.
Es una mujer que ama, con fuerza incontrolable, sin la reserva
de la duda, y con el alma desnuda.
Perdona los errores de sus hijos, sus culpas, sus caídas.
Y es capaz de renacer cada día, porque sabe
decir sí a la aventura de la vida y del amor.
La madre, trasciende por los silencios,
por las palabras, por el hacer y el sentir de sus hijos.
Siempre su entrega es incondicional y también su presencia,
aunque a veces algunos se olviden de agradecer el don de la maternidad,
que ella
sólo posee.
La madre, aprende a querer el presente, elegir el futuro y
trabajar para conseguirlo. Porque sabe que es bueno recordar el pasado,
pero no vivir en el ayer. Entonces, prefiere soñar en el futuro, sin
despreciar el presente, porque está consciente de que lo único
seguro es el hoy, el aquí y el ahora.
Ella quiere dejar de sobrevivir, porque sabe que puede supervivir.
La madre, como está preñada de grandeza, se atreve también a construir
mil estrellas en el infinito y tener el valor de ALCANZARLAS.
Por todo ello, honremos hoy y siempre a Su Alteza: ¡¡La madre!!
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