Los animales de toda la región se reunieron un día y decidieron poner en
marcha una escuela sobre la vida. Formaron una junta con el nombre “¡Dale
intensidad a tu vida!”. Eran miembros un león, un águila, un delfín, una ardilla
y un pato.
El león insistía en que “el placer de correr” debía ser una asignatura
obligatoria en la escuela de la vida. El águila, por su parte, quería que todos
aprendiesen a volar; algo que extasía a cualquiera. El delfín, que tenía algo de
poeta, decía: «sin natación, no hay verdadera educación». La ardilla tenía
también su propuesta: «todos deben aprender el extremo arte de trepar».
Con todas las propuestas hicieron un tutti fruti y confeccionaron el Plan
de Estudios, que comenzaba con estas palabras: «Todos los ciudadanos del Reino
Animal deberán estudiar todas y cada una de las asignaturas contenidas en el
presente Plan de Estudios para la Vida. Firmado: Junta Dale intensidad a tu
vida». Y se pusieron manos a
la obra.
Aunque el león sacó la mejor nota en correr, trepar le resultó un
verdadero problema; siempre se caía de espaldas. Muy pronto su espina dorsal se
resintió y a penas ya corría. Así pues, su nota en correr fue menor que la de
muchos animales; y además seguía suspendiendo en la trepada de
árboles.
El águila era majestuosa en el vuelo, inigualable; pero con las pruebas
de natación las plumas de sus alas se debilitaron y muchas se quebraron. Muy
pronto en notas fue supera-da por las gallinas y murciélagos; y no mejoró su
tres en natación.
Y mejor ni hablamos lo que le pasó al delfín con sus voladas y a la
ardilla con las nadadas. Quien acabó mejor los estudios fue el pato, que no era
especialista en nada: corría como borracho, nadaba discretamente, volaba
mediocremente y por sus méritos en las otras disciplinas fue exentado de trepar
verticalmente los árboles. En él todos vieron confirmado el plan de
estudios...
Si no queremos leones inútiles, águilas
que no pueden volar, delfines fuera del agua o ardillas ahogadas; si no queremos
patos mediocres, busquemos con pasión nuestra propia misión en la vida, nuestro
“por qué” y “para qué” específicos
Cierto que hay que tener una cultura general, que hay que informarse lo
más posible de las cosas interesantes para la vida. Cierto que es buena una sana
curiosidad por saber, por aprender nuevas cosas, por explotar otras facetas de
la vida. Pero otra cosa muy distinta es la enfermedad moderna de “querer hacer
de todo, querer hacerlo todo”; de frustrarme porque no puedo alcanzar todas las
ilusiones que me ofrece la sociedad consumista, porque no puedo hacer todas las
“monerías” que hace el héroe de mi película
favorita.
fuente:
el-adolescente,com
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