La
constancia significa algo mucho más profundo que una simple
certificación y se trata de la virtud o valor que observan algunos seres
humanos y que les permitirá actuar con firmeza y perseverancia en las
decisiones, acciones o propósitos que se tengan. Es decir, casi siempre,
cuando nos enfrentamos a elecciones y decisiones, también deberemos
enfrentarnos a sus respectivas dificultades y es precisamente en este
punto donde entrará en juego el mencionado valor de la constancia, para
evitar que esas dificultades prosperen y se conviertan en un impedimento
para la concreción de nuestros sueños o metas.
La fuerza de voluntad y el esfuerzo a largo plazo son las dos principales aliadas del valor de la constancia.
Muchas
empresas, grandes o pequeñas, muchos proyectos de vida, muchos
buenos propósitos e intenciones naufragan por falta de constancia y de
perseverancia. Hay quizás un esfuerzo inicial, un fuego de artificio,
pero luego todo se precipita sin resultado alguno porque no se supo
poner un esfuerzo continuado. La constancia es un valor sin el cual seria imposible la obtención de resultados en cualquier campo de la vida.
La
edificación de un proyecto vital no es cosa de un día. Quien quiere
construir su vida con sólidos valores no puede poner un esfuerzo
intermitente al vaivén de los estados anímicos o de las circunstancias.
Es necesaria la voluntad y el empeño tenaz.
La
constancia es necesaria para culminar cualquier proyecto humano. No es
suficiente comenzar una obra, un proyecto o un propósito. Hay que
concluirlo: obra comenzada, obra concluida. En la formación de la
constancia es imprescindible contar con una voluntad fuerte, con el
sacrificio personal, no sólo con grandes, pero aislados sacrificios,
sino con pequeños actos de dominio continuados, puestos día tras día,
hasta formar sólidos hábitos de conducta.