Fragmentos de un artículo de la periodista Ángeles Cano
… Casi nada de
lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder,
ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad.
Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso
del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a
los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran
a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las
que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula
minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el
mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante,
las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que
padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de
pan.
>
> Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa
en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a
base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que
nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que
depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la
mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te
abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es
importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
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