Verdad Nº
1: Las emociones siempre son fuente de
información
Solemos creer que las emociones son el problema, cuando el
verdadero problema consiste en no saber aprovechar la información que brindan.
Toda emoción puede ser oportunidad para el crecimiento u oportunidad para el
desastre. Depende de cómo te perfiles frente a esa
emoción.
Verdad Nº
2: A las emociones no hay que reprimirlas, hay que
aceptarlas
Una vez que llega una emoción ya es demasiado tarde. De
nada sirve luchar contra ella o pretender que no está allí. Entender el
por qué están allí es fundamental, porque
siempre hay una razón.
Aceptar a las emociones que surgen significa no reprimirlas. La
represión de una emoción no sirve porque lleva muchas veces a que dicha emoción
crezca y se transforme en algo más disfuncional. Por ejemplo, un miedo que se
reprime puede transformarse en fobia.
A diferencia de los niños, que no ocultan sus emociones, nosotros
los adultos no solemos demostrar lo que sentimos. Nos acostumbramos a reprimir
nuestras emociones a medida que crecemos. Y cuando la energía queda reprimida,
el organismo mantiene un estado de estrés que impide su funcionamiento óptimo
(enfermedades físicas, hipertensión, migrañas, úlceras, enfermedades mentales
como depresión, ansiedad, fobias, explosiones de comportamiento irracionales,
etc).
Es por eso que en lugar de reprimir tus emociones, es mejor
proceder a la descarga de las mismas. ¿Pero cómo se realiza esa descarga? Puedes
moverte, resoplar, gritar, caminar, dar un golpe sobre la mesa, soltar una
patada, golpear una almohada, sacudir las manos, respirar profundamente,
etc.
El propósito de esta clase de reacción es descargar al sistema de
la sobrecarga a la que está sometido. La función de la descarga es equivalente a
abrir la válvula de escape de una olla a presión. La ira (frustración, enojo)
produce un intenso y brusco aumento de adrenalina en la sangre que pone al
organismo en un estado de alerta, listo para el combate. La descarga de la
tensión permite que el sistema vuelva a recuperar el estado más adecuado para su
funcionamiento.
Verdad Nº
3: No hay emociones buenas o malas
Existen lo que son emociones funcionales y disfuncionales. Las
emociones van a ser más o menos funcionales en cuanto a cómo nosotros decidimos
responder ante la aparición de la misma. Las emociones disfuncionales son las
que bloquean la posibilidad de experiencia y aprendizaje. Las emociones
funcionales son aquellas que nos muestran información valiosa acerca de nosotros
y ponen en marcha el círculo de aprendizaje continuo. Si bien estamos
acostumbrados a etiquetar a las emociones como positivas o negativas, es mejor
hablar en términos de su funcionalidad.
Todas las emociones tienen su lado funcional, inclusive aquellas
como el miedo, enojo, tristeza, envidia y culpa.
El miedo es
funcional cuando nos damos cuenta de que hay un desequilibrio entre la amenaza
que enfrentamos y los recursos con los que contamos. Y comprender esto nos guía
hacia la búsqueda de recursos (tanto internos como externos) que necesitamos
para salir del estado de miedo.
El enojo es
funcional cuando nos damos cuenta que toda esa cuota mayor de energía puede
darnos fuerza para resolver el problema que nos
enoja.
La tristeza es
funcional cuando se acepta y se permite experimentar el dolor con dignidad.
Porque de esa manera, evitamos que el dolor se transforme en sufrimiento. Darle
la bienvenida al dolor en lugar de defenderse de él es siempre la mejor opción
porque el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Si tratamos de
escaparnos del dolor, es ahí cuando caemos inevitablemente en la melancolía y en
la desdicha como estado de ánimo negativos permanentes. Ahí es cuando la
tristeza pasa a ser disfuncional. Uno puede aceptar el dolor, sabiendo que es
una fuente de aprendizaje y expansión de la
vida.
La envidia es
funcional cuando logramos darnos cuenta que lo que la envidia busca es la
eliminación de un contraste entre lo que se tiene y lo que no se
tiene.
La culpa es
funcional cuando nos ayuda a realizar las correcciones necesarias para
restablecer el equilibrio interno ante una transgresión
moral.
Verdad Nº
4: Nuestros estados de ánimo son producto de la interpretación de una
emoción
Los principales estados de ánimo negativos derivan de emociones no
tenidas en cuenta, reprimidas o mal encauzadas. Si queremos modificar un estado
de ánimo en nosotros, debemos de prestarle atención a la emoción que antecede.
Dependiendo de cómo interpretemos nuestras emociones, nuestros estados de ánimo
se verán afectados.
Esto es bueno saberlo, ya que ahora podemos tomar un rol más
protagónico cuando notamos que estamos con determinado estado de ánimo. Ya
sabemos que no somos víctimas de las circunstancias, sino que podemos modificar
nuestros estados de ánimo.
Verdad Nº
5: No se puede controlar conscientemente la aparición de las
emociones
No pueden ser comandadas para aparecer o desaparecer. Surgen desde
el subconsciente. Lo único que podemos controlar es cómo lidiar con ellas una
vez que aparecen.
Las emociones menos deseadas son miedo, ansiedad, vergüenza,
enojo, tristeza y culpa. Cuando sientas el surgimiento de algunas de éstas,
mantente atento a su llegada y luego pregúntate si de verdad quieres sentirte
así. Puede darse que, en efecto, quieras sentirte así (al menos por un tiempo).
A mí me ha pasado. A veces siento como que necesito enojarme y que está bien
(catarsis). Sin embargo, esta es una decisión que tomo
conscientemente.
Es importante aclarar esta distinción. Sean cuales sean las
circunstancias, pregúntale a ese sabio que se encuentra en tu interior si
realmente quieres pasar de un estado de relativa tranquilidad a un estado de
miedo/ansiedad/enojo. Y si no quieres, no hay nadie quien te obligue a
hacerlo.
Si quieres enojarte, decide enojarte. Asimismo, si no quieres
enojarte, decide no enojarte.
Gracias a la Dra. Virginia
López
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