Imagina
que tienes una meta. Todos los días te levantas temprano, trabajas, y poco a
poco vas haciendo un buen trabajo. Lo envías a un concurso y… tres meses más
tarde recibes una carta:
“Gracias por participar, pero lamentablemente te informamos que hemos elegido a otra persona para este premio”.
¿Qué haces?
Tu reacción depende de tu actitud y de
tu fe. Si tienes una actitud de apego, sentirás una gran decepción, y hasta
celos y envidia. Si practicas el desapego, tal vez seas capaz de reírte. Sabrás
que disfrutaste del proceso y aprendiste, y que esa es la verdadera meta.
¿Qué es el desapego?
Una de las mejores definiciones de
desapego es “la
determinación de ser libre”. Otra es “dejar ir”. El desapego es mantener la paz
y la calma cuando no se puede cambiar o controlar algo. En vez de reaccionar con
nerviosismo, enojo o infelicidad ante una situación, la persona que practica el
desapego se queda tranquila y vuelve a intentarlo. Así logra paz y fuerza
interior, y refleja valentía.
Una actitud de amor
El desapego ayuda a amar porque
aferrarse a algo o a alguien es perder la libertad y causar sufrimiento. Esto no
quiere decir que no se pueda sentir devoción por una persona o admiración por un
concepto.
El desapego es lo contrario de la dependencia. Es importante establecer límites para
sí mismo y para los demás, de manera que las relaciones con las personas amadas
no se vuelvan cárceles hechas de expectativas y manipulación.
Al practicar el desapego, la persona
renuncia a ser víctima y deja atrás la necesidad de juzgar y controlar a los
demás. Esto a su vez demuestra un amor más grande y complejo. Al estar dispuesta
a controlar los impulsos negativos y destructivos, la persona expresa con más
claridad su amor y compromiso.
La libertad, el dinero y las posesiones
Tomar la determinación de ser libre no
quiere decir que se dejen a un lado los sueños, las metas y los deseos. Por
vivir en un mundo material, los símbolos de la abundancia como el dinero, las
posesiones y los conocimientos pueden ser medios para aportar a crear un mundo
mejor para todos los seres humanos.
Sin embargo, cuando se pierde la
libertad por querer abarcar esos símbolos, es apropiado examinar si el apego a
lo material tiene sentido en el contexto de la vida diaria. Cuando comprar una
casa, un auto o incluso una educación universitaria mal planificada crea deudas
imposibles de pagar, hay que preguntarse qué vale más: ¿la libertad o lo piensen
los demás?
Lo contrario es igual de
preocupante. No hacer algo necesario, como trabajar, porque “no hay que apegarse
a lo material” no es desapego si afecta al bienestar propio y el de los
demás.
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