lunes, 16 de enero de 2017
LAS EMOCIONES SE CONTAGIAN
CONOCER LA naturaleza y la función de las reacciones emocionales y el
comportamiento social es un interesante objeto de estudio. Saber si,
como defendía la antropóloga Margaret Mead, la emoción es un producto
de la cultura, o bien si se trata de una reacción innata y universal,
como sostiene Paul Ekman: “La emoción es expresada mediante un sistema
de señas universales e involuntarias”. No sonreímos diferente a como
lo hacen los esquimales ni son estímulos distintos los que nos hacen
sonreír.La Real Academia define la emoción como una alteración del
ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de
cierta conmoción somática. También como el interés, generalmente
expectante, con que se participa en algo que está ocurriendo.El miedo,
la alegría, la tristeza, el asco, la ira, la sorpresa son consideradas
“emociones básicas”, individuales y claramente innatas. Pero también
existen las “emociones colectivas”, necesarias para la supervivencia
del grupo. Son la compasión, la solidaridad, la culpa, la lástima, la
vergüenza, el orgullo, la admiración, la envidia, el desprecio… Y se
definen como sociales porque se sienten en función del otro.Para que
se desencadene una emoción es necesario un estímulo concreto y su
aparición se ve favorecida por determinadas circunstancias. No es solo
la persona la que se emociona en y para sí misma; también el grupo lo
hace y, sobre todo, la persona en función del grupo, y aquí suele
aparecer el efecto contagio, difícil de evitar.Cuando escuchamos una
determinada pieza musical se producen reacciones físicas. Sonreímos y
se nos acelera el corazón, a veces lloramos. Si escuchamos esta misma
pieza en presencia de un grupo de amigos o durante una fiesta, la
emoción se socializará invitando a bailar o a golpear con los dedos al
son de la música. Es difícil imaginarnos cantando a solas y a voz en
grito “esta noche es Nochebuena, y mañana, Navidad; saca la bota,
María, que me voy a emborrachar”, tocando la zambomba, dando botes y
riéndonos en un estado de euforia. Sin embargo, muchos nos hemos visto
entonando y festejando el villancico hace escasos días, si bien este
recuerdo puede provocar, descontextualizado, otra emoción: la
vergüenza, seguida de su reacción más típica: el rubor. El contagio de
una emoción es esencial para el estrechamiento de las relaciones entre
los miembros de un colectivo. EL CONTAGIO DE UNA EMOCIÓN ES ESENCIAL
PARA EL ESTRECHAMIENTO DE LAS RELACIONES EN UN COLECTIVO El mecanismo
biológico de la reacción emocional se activa cuando el estímulo que lo
provoca es percibido por los órganos de los sentidos, que recogen esta
información y la envían a los centros cerebrales encargados de darles
un significado: el sistema límbico. Esta encrucijada de caminos que se
encuentra en la profundidad del cerebro contiene estructuras decisivas
para el control emocional: son el hipocampo, la ínsula, la amígdala y
el cíngulo. Las dos sustancias más estudiadas, implicadas en estas
reacciones, son la oxitocina y la dopamina, vitales para crear y
reforzar los vínculos y para sentir bienestar.Además de recibir
información del exterior, las estructuras del sistema límbico reciben
notificaciones del estado de nuestro propio cuerpo, de nuestros
órganos vitales. Todos estos datos viajan desde allí hacia los centros
de decisión racional del cerebro situados en el lóbulo prefrontal,
donde se hace consciente y se conecta con los sistemas responsables de
la empatía y de la imitación de las conductas: las neuronas en
espejo.Es, de este modo, como el lóbulo prefrontal consigue la
sincronía perfecta, ejerciendo una labor de coordinación y dirección
para que todo este desmadre, inicialmente inconsciente y aparentemente
irracional, cobre sentido.La cascada de efectos que tienen lugar tras
percibir el objeto de la emoción se puede clasificar en tres
dimensiones: por una parte, existe una dimensión cognitiva –la
valoración subjetiva de lo que se está viviendo–, una dimensión
fisiológica –los cambios orgánicos que se producen– y una dimensión
conductual. La cognitiva avisa, la fisiológica prepara y la conductual
ejecuta una acción adaptativa en respuesta a un estímulo. Nuestro
comportamiento será observado por cada persona del grupo, que sentirá
una emoción y pondrá en marcha estos mismos mecanismos,
retroalimentando el bucle de la emoción conjunta.El efecto contagio
depende de diferentes factores, como la predisposición a emocionarse
–tanto del individuo como del grupo–, y del contexto. A mayor
predisposición, más fácil y rápido será el contagio. Situaciones como
un mitin político o un campo de fútbol, olores, sonidos… invitan a la
cohesión social.Nuestra propia emoción con su conducta subsecuente
provoca una emoción en el colectivo, de modo que debemos estar alerta:
en un grupo, el comportamiento individual puede ejercer tanto un
efecto de freno como de acelerador.
Fuente: El Pais semanal
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