El diccionario de la Real
Academia Española (RAE) reconoce dos acepciones para el concepto de
optimismo. Por un lado,
lo presenta como la predisposición a entender y a analizar
la realidad desde su aspecto más positivo. Por el otro, hace hincapié
en la doctrina de carácter
filosófico que le otorga al universo el mayor grado de perfección
posible.
Resulta interesante mencionar que
este vocablo halla su origen en el latín optimum (“lo mejor”). El escritor y
filósofo galo Voltaire fue quien
popularizó esta palabra, al agregarla como subtítulo en el cuento “Cándido”, de 1759.
Como doctrina filosófica, el
optimismo se opone al pesimismo (del latín pessimum, que se traduce como
“lo peor”), una postura
centrada en la idea de que estamos en el peor de los universos posibles.
El optimismo, además, es objeto de
estudio de la psicología. De esta manera,
puede definirse como un rasgo disposicional de la personalidad que oscila
entre los acontecimientos externos y la interpretación personal de los mismos.
Así, el optimismo se caracteriza por una tendencia a confiar en que el futuro
sea favorable, por lo que contribuye a afrontar las dificultades con buen ánimo
y perseverancia. Una persona optimista logra identificar y valorar lo positivo
de cada circunstancia e individuo.
Es muy frecuente que al mencionar
la palabra optimismo aparezca rápidamente su opuesta: pesimismo. En este caso,
la diferencia es clara entre ambos términos. Así, mientras que ante cualquier
situación la persona optimista intenta encontrar soluciones, posibilidades o
ventajas, quien es pesimista por naturaleza lo que hace es desanimarse, ver todo
como un cúmulo de desventajas y perjuicios así como de inconvenientes.
Un claro ejemplo se podría dar a
partir de una relación de pareja que después de muchas peleas y discusiones
llega a su fin. El miembro de la misma que apueste por el optimismo determinará
que esta ruptura es la mejor solución para una relación desgastada en la que la
dos partes estaban insatisfechas y sufriendo, y supone que ambos comienzan una
nueva etapa en la que podrán encontrar a quienes les complemente.
El enamorado pesimista se sumirá en
el pozo de la desesperación y de la tragedia y pensará que nunca más volverá a
enamorarse, que jamás podrá volver a estar con nadie, que prefiere sufrir a
estar solo o que no encontrará a nadie que lo quiera.
Los estudiosos afirman que, por lo
general, los optimistas tienen mejor humor, son más perseverantes y gozan de un
mejor estado de salud que aquellos que son pesimistas. Por eso, los optimistas
tienden a salir
fortalecidos de las situaciones traumáticas y estresantes.
Puede decirse que el optimismo
ayuda a alcanzar el éxito, ya que supone una
actitud permanente de volver a comenzar ante las dificultades y de analizar las
situaciones para comprender mejor su naturaleza y tomar de ellas lo
positivo.
¿Ser optimista se puede llegar a
aprender? Los expertos en psicología que abordan este tema exponen que para
empezar a tener dicha actitud hay que seguir una serie de pautas a la hora de
abordar cualquier situación. Entre las mismas se encontraría el analizar la
misma desde sus puntos más positivos, el apostar por hacer soluciones en vez de
críticas, el no tomar decisiones a la ligera o el de pedir ayuda si se
necesita
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