El gato se colocó por delante de ellos y en cuanto vio a un par de
campesinos segando corrió hacia ellos.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que el prado que estáis
segando pertenece al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo como
carne de pastel.
Los campesinos hicieron caso y cuando el Rey pasó junto a ellos y les
preguntó de quién era aquél prado, contestaron que del Marqués de
Carabás.
Siguieron camino adelante y se cruzaron con otro par de campesinos a
los que se acercó el gato.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que todos estos
trigales pertenecen al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo
como carne de pastel.
Y en cuanto el Rey preguntó a los segadores, respondieron sin dudar
que aquellos campos también eran del marqués.
Continuaron su paseo y se encontraron con un majestuoso castillo. El
gato sabía que su dueño era un ogro así que fue a hablar con el.
- He oído que tenéis el don de convertiros en cualquier animal que
deseéis. ¿Es eso cierto?
- Pues claro. Veréis cómo me convierto en león
Y el ogro lo hizo. El pobre gato se asustó mucho, pero siguió adelante
con su hábil plan.
- Ya veo que están en lo cierto. Pero seguro que no sóis capaces de
convertiros en un animal muy pequeño como un ratón.
- ¿Ah no? ¡Mirad esto!
El ogro cumplió su palabra y se convirtió en un ratón, pero entonces
el gato fue más rápido, lo cazó de un zarpazo y se lo comió.
Así, cuando el Rey y el Marqués llegaron hasta el castillo no había ni
rastro del ogro y el gato pudo decir que se encontraban en el
estupendo castillo del Marqués de Carabás.
El Rey quedó fascinado ante tanto esplendor y acabó pensando que se
trataba del candidato perfecto para casarse con su hija.
El Marqués y la princesa se casaron felizmente y el gato sólo volvió a
cazar ratones para entretenerse.
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