La buena educación es un quehacer que mejora extraordinariamente el
curso de la vida. No hace falta ser obsequioso ni demasiado cortés,
sólo tener en cuenta los diferentes estados del otro, puesto que
portarse con educación significa marcar los vínculos entre personas
sin olvidar, desdeñar o ignorar al prójimo.La buena educación enseña a
dar las gracias y a acusar recibo, vale para reconocer, en suma, que
la otra parte nos importa en la comunicación y no descuidamos el valor
de sus sentimientos, su presencia, su necesidad, en fin, de ser tenido
en cuenta. De ese modo se demuestra que su entidad, cualquiera que
sea, cuenta o pesa en nuestro interior y consecuentemente le
concedemos peso, dimensión, volumen, ocasión de existir. De existir a
través de nuestro respeto o, lo que sería lo mismo, a través de
nuestra atención: la atención que repara en él y no lo sortea.El ser
se hace visible y pervive en el trato educado que sin buscar, en
principio, beneficio alguno otorga ocasión de ser, de influir o
determinar recíprocamente. Nuestra conducta denotará el impacto de su
acción y, a la vez, toda acción mutua denota respetuosamente la
consistencia del contacto. Su vida vive en la vida que le devolvemos
al vivirle expresamente. Un acto expreso de amor."Qué alegría vivir,
sintiéndose vivido", exclamaba Pedro Salinas en La voz a ti debida. La
voz debida a quien nos interroga,  la llamada debida a quien la
necesita, la respuesta correcta a quien no solicita. El amor cunde
naturalmente de la buena educación mientras el desgaste, la
destrucción o el dolor siguen a la rudeza.

fuente: www.elboomeran.com