Stephen Swintek
Todos tenemos problemas en nuestras vidas. La mayoría de
las veces, se trata de pequeños problemas que no tienen demasiada importancia
pero que generan estrés y frustración. Cuando se repiten con cierta frecuencia o
duran demasiado y no somos capaces de manejarlos adecuadamente, pueden hacernos
mucho daño porque nos mantienen en un estado de estrés crónico que va minando nuestras fuerzas poco a
poco.
Para evitar que esto suceda, puedes hacer lo
siguiente:
1. Evita el
pensamiento catastrofista. El
primer paso para afrontar adecuadamente un problema, consiste en percibirlo de
manera realista. No lo veas como una catástrofe o como algo horrible sino tan
solo como un problema que puedes solucionar si te pones a
ello.
2. Reconoce el
problema. A veces, la gente
intenta ignorar o evitar el problema, haciendo como si no existiera, debido a
que no se ve capaz de afrontarlo. Esto puede hacer que los problemas pequeños
acaben convirtiéndose en grandes problemas.
¿Cómo reconocer los problemas? Usa tus emociones como
guía. Las emociones negativas (ansiedad, frustración, ira, etc.) te indican
que algo marcha mal. Puedes describir por escrito la situación que te está
generando esas emociones para que te sea más fácil detectar el posible
problema.
No cometas el error de pensar que tus emociones
negativas son el problema.
Por ejemplo, podrías pensar que tu problema es que estás siempre estresado en el
trabajo. Sin embargo, ese no es el problema.
Access Your Hotmail Faster With Instant Notifications -
All Free!
El estrés que sientes te está indicando que tienes un
problema en el trabajo y debes averiguar cuál es (por ejemplo, problemas con tus
compañeros, sobrecarga de trabajo, etc.)
3. No te infravalores. No pienses que no eres capaz de afrontar tus problemas
o encontrar soluciones. Si te pones a ello, te darás cuenta de que eres capaz de
resolver la mayor parte de los problemas de tu vida diaria.
Tan solo ponte en marcha e inténtalo con fuerzas. Tal
vez te lleves una sorpresa agradable al descubrir que, si crees en ti, eres
mucho más capaz de lo que pensabas.
4. Describe el
problema. Para definir el problema
con claridad, describe cuál es la situación (por ejemplo, mi jefe me hace
trabajar en exceso), describe cómo desearías que fuera la situación (por
ejemplo, desearía tener menos trabajo que hacer) y describe cuál es el obstáculo
que te impide conseguir lo que deseas (no me atrevo a hablar con mi jefe y
decirle que no puedo con tanto trabajo). Ahora el problema queda definido con
mucha más claridad, lo que hace más fácil encontrar
soluciones.
Trata de definir el problema de forma precisa y
realista, evitando opiniones. Por ejemplo, decir que el problema es que tu jefe
es un inútil es una opinión, no la definición del problema. Además, no puedes
cambiar a tu jefe ni controlar su comportamiento. Por tanto, si defines tus
problemas como si fueran problemas de los demás (mi jefe es idiota, mis
compañeros son incompetentes…) no habrá nada que puedas hacer para solucionarlo.
Descríbelos como problemas tuyos, no de los demás. Por ejemplo, en vez de
describir el problema como “Mi jefe no escucha mis opiniones”, puedes
describirlo como “No sé qué hacer para que mi jefe escuche mis
opiniones”.
5. Asegúrate de
que tus objetivos son realistas, alcanzables y claros. Por ejemplo, si te propones como objetivo trabajar tan
solo 4 horas al día y cobrar lo mismo, no estarás siendo realista. Si te
planteas como objetivo ser feliz en el trabajo, te estarás planteando una
meta muy poco específica.
Procura también plantearte objetivos que se puedan
alcanzar a corto plazo. Si es necesario, divide tu meta en varios objetivos para
alcanzarlos uno a uno. Por ejemplo, podrías tener como objetivo a largo plazo
encontrar otro trabajo pero, mientras tanto, puedes plantearte otros objetivos
intermedios que puedas alcanzar con más facilidad y te permitan mejorar tu
situación.
6. Busca
soluciones. Piensa todas las
soluciones que se te ocurran y anótalas. Luego puedes desechar algunas o
combinar otras para generar una solución mejor. Cuando estés generando
soluciones, no las juzgues. Anota todo lo que se te ocurra aunque parezca tonto,
ya tendrás tiempo de descartarlas después. Ahora te conviene tener la mente
abierta para que tu creatividad sea mayor.
7. Elige la
solución. Procura que la solución
que elijas sea específica y esté formada por conductas concretas y claras que
puedas llevar a cabo. “Conseguir que mi jefe se dé cuenta de que trabajo mucho”
no es una buena solución porque no describe con claridad cómo vas a hacer eso y,
aunque lo lograras, no necesariamente solucionaría el
problema.
Piensa con calma cómo la vas a llevar a cabo, el efecto
que puede tener, cómo te hará sentir, cuánto esfuerzo y tiempo requiere y cuáles
son los costes y beneficios que puede traer consigo la solución
elegida.
¿Ha funcionado?
Si tu solución ha funcionado, ¡enhorabuena! Si no ha
sido así, repasa todo el proceso y hazte las siguientes
preguntas:
- ¿He definido bien el problema?
- ¿Eran mis metas realistas?
- ¿He llevado a cabo mi solución de manera adecuada?
- ¿Qué ha podido fallar? ¿Por qué no ha funcionado?
- ¿Hay otras soluciones posibles?
Después, puedes volver a intentarlo hasta dar con la
solución adecuada o el modo correcto de llevarla a
cabo
No hay comentarios:
Publicar un comentario