La
bondad es una actitud positiva y constructiva hacia los otros, hacia la
naturaleza y hacia las cosas. Es la inclinación natural a hacer el
bien; cualidad propia del carácter apacible y manso.
Para
Sócrates el bien es un estado del alma y su esencia la sabiduría. Sin
embargo, el hombre no es puro intelecto, sino que además es un cuerpo,
por lo tanto la vida buena debe ser mixta, ni demasiado espiritual ni
solamente entregada a los placeres sensibles.
Platón coincide con este concepto y agrega que hay que reconocer que este no es el único mundo ni el mejor.
El secreto que guarda una vida de bondad lo da la perfecta proporción, o sea que la bondad es una forma de lo bello y armónico.
El hombre es bueno cuando es virtuoso y la virtud es conocimiento y prudencia.
Platón
no identifica al bien con el placer, porque cometer una injusticia es
peor que padecerla, ya que empobrece el alma que es lo peor que le puede
pasar al hombre; porque el placer debe estar subordinado al bien y la
razón debe ser juez de los placeres que deberán estar al servicio de la
salud, la armonía y el orden del alma y del cuerpo.
La
voluntad es la facultad de ánimo, y en ella reside la bondad o la
maldad de las conductas, porque la voluntad es la fuente de la
moralidad.
Con
referencia a la bondad en general, o sea al buen carácter, Aristóteles
nos dice que todos tenemos la capacidad de ser buenos pero igualmente
hay que desarrollarla con la práctica por medio de acciones
objetivamente virtuosas, sin reflexionar sobre ellas ni elegirlas sino
por la disposición habitual.
Creo
que hasta el peor de los mortales sabe cuando está actuando con bondad,
cualquiera sea su objetivo, porque la bondad no nos aleja de nuestros
propósitos, al contrario, puede elevar nuestro nivel de entendimiento y
superarlos.
Elegimos ser buenos cuando dejamos de creer que los demás son culpables de nuestros males.
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