La
promesa de paz ofrece esperanza, pero como el mercurio, a veces parece
resbaladiza y evasiva. Estamos en una encrucijada de la civilización
humana.
Por un lado, las cosas se están desintegrando con rapidez. Esto
se manifiesta a través de las guerras, las contiendas, los disturbios,
las limpiezas étnicas, etc.
Sin embargo, por otro lado, una integración
casi invisible que implica alternativas y nuevas posibilidades está
uniendo las piezas.
Restablecer la paz en el ámbito social, económico,
político y otros aspectos de la sociedad supondrá contemplarla desde dos
niveles: el externo y el interno.
La educación para la paz, la
resolución de conflictos y todas las iniciativas de paz deben tener en
cuenta la conexión fundamental entre los individuos y la paz mundial.
Los programas y proyectos deben destacar la paz individual, ofreciendo
medios proactivos y prácticos para la consecución de la paz, comenzando
por el primer paso: conocerse a uno mismo.
La
paz es el cimiento, la base fundamental sobre la que se erige una
sociedad sana y funcional. La paz es la principal característica más
destacada de una “sociedad civilizada,” y el carácter de esta sociedad
puede verse a través de la conciencia colectiva de sus miembros.
Una
civilización puede ser el paraíso o el infierno dependiendo de la
conciencia de sus miembros. La conciencia crea la cultura - sus normas,
valores, y sistemas - y la conciencia puede transformar la cultura.
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