Anthony de Mello
El Maestro acogía favorablemente los avances de la tecnología, pero era profundamente consciente de sus limitaciones.
Cuando
un industrial le preguntó en qué se ocupaba, le respondió: “Me dedico a
la industria de las personas”. - ¿Y qué demonios es eso? Si se puede
saber, dijo el industrial. “Fijémonos en su caso, respondió el Maestro:
Tus esfuerzos producen mejores cosas; los míos mejores personas”.
Más
tarde les decía a sus discípulos: “El objeto de la vida es lograr el
esplendor de las personas, pero hoy día la gente parece estar
especialmente interesada por el perfeccionamiento de las cosas”
Reflexionando sobre esta cita, la escritora colombiana Aida Jaramillo Isaza, expresa lo siguiente:
“El
objeto de la vida es lograr el esplendor de las personas”. Grabaría en
mármol esta frase lapidaria para nunca olvidar la esencial dignidad de
cada ser humano, tan olímpicamente menospreciado por este materialismo
degradante que pregona la importancia del “tener” más que del “ser” y
atropella sistemáticamente, so pretexto de desarrollo y progreso, los ya
bastante menguados derechos de los débiles.
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