JELENA SIKIRICH
Cada
vez que tenemos miedo de perder lo que ya tenemos, al igual que un
jugador, apostamos todas nuestras esperanzas en una sola “combinación de
cartas” que creemos que está obligada a salir. De lo contrario se
derrumba todo, dado que no tenemos otras alternativas.
Pero
la vida no es un cine ni un melodrama. ¿Qué pasa si realmente alguna
vez nos quedamos sin la persona querida, sin hijos, sin amigos, sin
apoyo y sin comprensión? ¿Significaría esto que la vida para nosotros ha
terminado?
Para
responder a esta pregunta hay que ir más allá de lo superficial,
concentrarse en la parte oculta del iceberg que de inmediato no se puede
ver ni entender. Y entonces queda claro que el problema de la soledad
no se puede identificar únicamente con el hecho de tener o no tener
relaciones. Los problemas en las relaciones son la consecuencia, pero no
la causa de la soledad.
Si
queremos conocer el verdadero amor, la amistad y la felicidad, tenemos
que resolver problemas fundamentales relacionados con las necesidades de
nuestra propia alma. Y estas necesidades no están determinadas por la
opinión de los demás, ni por su manera de tratarnos, sino que dependen
exclusivamente de nosotros mismos, de nuestra capacidad de entender el
sentido profundo de la vida y las leyes de la Naturaleza, del hombre y
del universo.
El
alma necesita no solo relaciones verdaderas, sino todo lo que pueda
darle oportunidad de despertar sus potenciales ocultos, sus grandes
sueños, su nobleza y su profunda sabiduría.
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