Por Eduardo Santa
“Haz,
pues Señor, que nuestro Andante Caballero, en lugar de quedarse muerto
en el papel, tal como lo dejó Cervantes, tendido en medio de hermosos
lingotes, de ornamentadas letras, de admirables y famosas ilustraciones y
grafismos, salga de pronto de sus catafalcos impresos, cuidadosamente
ordenados y clasificados en las penumbrosas bibliotecas, al simple
conjuro de sus lectores, para que penetre no solo en sus cerebros sino
para que también se apodere de sus corazones y para que, en una palabra,
vuelva a vivir de cuerpo entero, con toda su locura de luchador de
imposibles, y vuelva a levantar, también, en este mundo caótico y
atormentado, la adarga de su ideal y la antorcha de su fe en los más
altos valores del espíritu”
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