Adquirir conocimientos específicos
hace aumentar la curiosidad por saber más y el deseo de obtener más información,
lo que a su vez fomenta más curiosidad.
La sensación de competencia o
dominio de algo también fomenta la curiosidad. Por ejemplo, conforme vas
dominando un deporte, deseas aprender más cosas, hacerlo mejor y descubrir hasta
dónde puedes llegar.
La curiosidad puede verse inhibida
por la incapacidad para darse cuenta de lo que uno no sabe.
El exceso de confianza, el
dogmatismo y el narcisismo, pueden inhibir la curiosidad. Si crees que
lo sabes todo, nada te interesará.
La ansiedad y el miedo pueden
inhibir la curiosidad. La ansiedad social, por ejemplo, puede inhibir el deseo
de explorar el ambiente que te rodea, realizar experiencias o conocer gente.
Cuando la ansiedad es mayor que la curiosidad, la persona temerá explorar su
ambiente o implicarse en acciones encaminadas a satisfacer su curiosidad. Por
ejemplo, puedes sentir una gran curiosidad e interés al ver un grupo de gente
escalando una montaña y un deseo de aprender a hacer lo mismo y descubrir cómo
lo logran, pero el miedo puede impedirte llegar a intentarlo.
La creencia de que una persona
puede actuar libremente en una situación favorece la curiosidad. La culpa, el miedo, la amenaza de castigo y las recompensas externas
disminuyen la curiosidad.
La curiosidad es mayor cuando nos
encontramos con incongruencias o dificultades para integrar la información en
nuestros esquemas mentales.
Si vieras un perro volando sin duda
sentirías una gran curiosidad, pero también ansiedad por el conflicto que
provoca con tu conocimiento acerca de los perros, de manera que la curiosidad
puede requerir a veces ser capaces de tolerar el malestar ante lo nuevo, extraño
o incongruente (apertura a la experiencia).
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