Nereyda Barceló Fundora
A pesar de la euforia
progresista que mundialmente ofertan
algunos medios de difusión, pese a las ofertas paradisíacas de la propaganda,
no obstante la búsqueda desenfrenada de
evasiones placenteras, nuestro mundo se
siente abarrotado por el pesimismo. Porque en este mundo, superficialmente
feliz, hay soledad y abandono, hambre y guerras, injusticia y explotación, odio
y egoísmo... ¿Se puede estar y ser alegres de verdad?
Yo opino que sí, porque
la alegría no es patrimonio solamente de los que ríen, sino de los que esperan,
y no reside en que nos sonría la vida, la alegría no es una cosecha, sino es
una siembra, porque hay más alegría en dar que en recibir y “Dios ama a quien
da con alegría” ( ll Co.9,7)
La alegría es posible y
necesaria para nuestro mundo, para nuestro país, para nuestra ciudad, para nuestra familia, para
nuestros amigos, porque no en pocas
ocasiones se pretende cubrir ese déficit de alegría con un superávit de evasión
y ruido musical.
Hay que abrazar la
sabiduría del corazón, hay que valorar lo que realmente es importante, lo
eterno, el amor que se derrama hacia los demás en entrega, generosidad, perdón, tolerancia, humildad y todo ello nos
aportará verdadera alegría, porque podemos utilizar lo material para vivir sin
penas, pero no como fin de esta vida.
Y quiero sugerir algo que
podemos tener en cuenta para sentir alegría:
Por dura que sea la
jornada, busca tiempo para:
Apreciar cada nuevo
amanecer
Escuchar el clamor de tu
hermano
Tender tu mano fraternal
Buscar senderos de
esperanza y
Descubrir el milagro de
la vida.
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