Muchas
veces se estima que de todos los sentimientos humanos, el más efímero
es la gratitud. Quizás haya algo de cierto en esta aseveración. Ya que
el saber agradecer es un valor en el que pocas veces se piensa.
Tradicionalmente nuestras abuelas nos lo decían "de gente bien nacida es
ser agradecida".
Para
algunas personas dar las gracias por aquellos servicios cotidianos es
muy fácil: el desayuno, la ropa limpia, la oficina aseada... Sin
embargo, no siempre es así.
La
gratitud implica algo más que pronunciar unas palabras de manera
automática, sino que responde a aquella actitud que nace del corazón, en
aprecio a lo que alguien más ha hecho por nosotros.
Ahora
bien, la gratitud no "devolver el favor": si alguien me sirve una taza
de café no significa que después debo servir a la misma persona una taza
y quedar iguales... El agradecimiento no es pagar una deuda, es
reconocer la generosidad ajena.
Aquella
persona agradecida busca tener otro tipo de atenciones con las
personas, no piensa en pagar por cada beneficio recibido, sino en poder
devolver la muestra de afecto o cuidado que tuvo.
Una
muestra sincera de agradecimiento proviene de un niño cuando con una
sonrisa, un abrazo o un beso le agradecen a sus padres aquellos
obsequios o presentes ¿De qué otra manera podría agradecer y
corresponder unos niños? Y con eso, a los padres les basta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario