Los sentimientos psicológica y moralmente positivos de
amor, bondad, humildad, respeto, justicia, pureza, poseen una tendencia
vivificante, cálida, purificadora. Son potencias anímicas que de uno u
otro modo irradian, aun antes de que se tome cualquier decisión. Son una
íntima afirmación de su objeto, con una "desinteresada" corroboración
de su valor. Los sentimientos negativos tienden a ejercer una
acción corrosiva, negativa, repulsiva, destructora, como si quisieran
borrar la existencia del objeto odiado, despreciado o envidiado. Puede
ocurrir que el objeto de tales sentimientos no experimente absolutamente
nada de estos efectos, o que los supere; pero el sujeto de ellos sí
sentirá los efectos inmediatos e inesquivables de esa tendencia ora
vigorizadora y vivificante, ora, por el contrario, negativa y corrosiva.
En todo caso, los sentimientos alcanzan de un modo más intenso y seguro a su sujeto que a su objeto. Ellos forman el corazón del hombre, del cual procede todo lo demás.
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