Si pudiese regalar
medio pulmón al que no respira.
Si supiese nadar hasta el horizonte
y llevarle el aliento al que expira.
Si supiese escalar
todos los muros de cristal
y no decepcionar al que me mira.
Si corriera la maratón
para llevar un mendrugo de pan
a aquel niño sin vida.
Quizás habría un mañana
para el agónico,
un presente para el faltado de oxígeno,
y un futuro para el hambriento.
Pero hoy, al finalizar la oración,
me he calzado las sandalias
y cargado las espaldas
de migajas de pan y sonrisas,
de botellas de agua y de aire
y me he decidido a caminar
hacia el sur, al ritmo del viento,
y me he convertido en mendigo…
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