La realidad es
que las personas prefieren aparentar ser duras o insensibles, para no
comprometerse e involucrarse en cosas que califican como fuera de su
competencia. Todas las penas y padecimientos de los demás resultan
incómodos y molestos, pensando que cada quien tiene ya suficiente con
sus propios problemas como para preocuparse de los ajenos. La
indiferencia es el peor enemigo de la sensibilidad.
Lo peor de
todo es mostrar esa misma indiferencia en familia, algunos padres nunca
se enteran de los conocimientos que reciben sus hijos; de los ambientes
que frecuentan; las costumbres y hábitos que adquieren con los amigos;
de los programas que ven en la televisión; del uso que hacen del dinero;
de la información que reciben respecto a la familia, la moda, la
religión, la política... todas ellas son realidades que afectan a los
adultos por igual.
¿Es que todo está bien? No se puede esperar
que las nuevas generaciones construyan ese futuro mejor que tanto se
espera, si nos da lo mismo todo y no estamos ahí para dar criterio, para
formar hábitos y hacer valer las buenas costumbres.
Puede
parecer extraño, pero en cierta forma somos insensibles con nosotros
mismos, pues generalmente no advertimos el rumbo que le estamos dando a
nuestra vida: pensamos poco en cambiar nuestros hábitos para bien; casi
nunca hacemos propósitos de mejora personal o profesional; fácilmente
nos dejamos llevar por el ambiente de los amigos o del trabajo sin poner
objeción alguna; trabajamos sin orden y desmedidamente; dedicamos mucho
tiempo a la diversión personal. Dejarse llevar por lo más fácil y
cómodo es la muestra más clara de insensibilidad hacia todo lo que
afecta nuestra vida.
Reaccionar frente ante las críticas, la
murmuración y el desprestigio de las personas, es una forma de salir de
ese estado de pasividad e indiferencia para crear una mejor calidad de
vida y de convivencia entre los seres humanos.
Muchas veces nos
limitamos a conocer el nombre de las personas, incluso compañeros de
trabajo o estudio, criticamos y enjuiciamos sin conocer lo que ocurre a
su alrededor: el motivo de sus preocupaciones y el bajo rendimiento que
en momentos tiene, si su familia pasa por una difícil etapa económica o
alguien tiene graves problemas de salud. Todo sería más fácil si
tuviéramos un interés verdadero por las personas y su bienestar.
En
todas partes se habla de los problemas sociales, corrupción,
inseguridad, vicios, etc. y es algo tan cotidiano que ya forma parte de
nuestra vida, dejamos que sean otros quienes piensen, tomen decisiones y
actúen para solucionarnos hasta que nos vemos afectados. La
sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues no es
correcto contemplar el mal creyendo que somos inmunes.
Podemos
afirmar que la sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad,
descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al
desarrollo personal, familiar y social. Con sentido común y un criterio
bien formado, podemos hacer frente a todo tipo de inconvenientes, con la
seguridad de hacer el bien poniendo todas nuestras capacidades al
servicio de los demás.
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