lunes, 14 de noviembre de 2016
PINOCHO (CUENTO)
Érase una vez, un carpintero llamado Gepetto que decidió construir un
muñeco de madera, al que llamó Pinocho. Con él, consiguió no sentirse
tan solo como se había sentido hasta aquel momento.
- ¡Qué bien me ha quedado!- exclamó una vez acabado de construir y de
pintar-. ¡Cómo me gustaría que tuviese vida y fuese un niño de verdad!
Como había sido muy buen hombre a lo largo de la vida, y sus
sentimientos eran sinceros. Un hada decidió concederle el deseo y
durante la noche dio vida a Pinocho.
Al día siguiente, cuando Gepetto se dirigió a su taller, se llevó un
buen susto al oír que alguien le saludaba:
- ¡Hola papá!- dijo Pinocho.
- ¿Quién habla?- preguntó Gepetto.
- Soy yo, Pinocho. ¿No me conoces? – le preguntó.
Gepetto se dirigió al muñeco.
- ¿Eres tu? ¡Parece que estoy soñando!, ¡por fin tengo un hijo!
Gepetto quería cuidar a su hijo como habría hecho con cualquiera que
no fuese de madera. Pinocho tenía que ir al colegio, aprender y
conocer a otros niños. Pero el carpintero no tenía dinero, y tuvo que
vender su abrigo para poder comprar una cartera y los libros.
A partir de aquél día, Pinocho empezó a ir al colegio con la compañía
de un grillo, que le daba buenos consejos. Pero, como la mayoría de
los niños, Pinocho prefería ir a divertirse que ir al colegio a
aprender, por lo que no siempre hacía caso del grillo.
Un día, Pinocho se fue al teatro de títeres para escuchar una
historia. Cuando le vio, el dueño del teatro quiso quedarse con él:
-¡Oh, Un títere que camina por si mismo, y habla! Con él en la
compañía, voy a hacerme rico dijo el titiritero, pensando que Pinocho
le haría ganar mucho dinero.
A pesar de las recomendaciones del pequeño grillo, que le decía que
era mejor irse de allí, Pinocho decidió quedarse en el teatro,
pensando que así podría ganar dinero para comprar un abrigo nuevo a
Gepetto, que había vendido el suyo para comprarle los libros.
Y así hizo, durante todo el día estuvo actuando para el titiritero.
Pasados unos días, cuando quería volver a casa, el dueño del teatro de
marionetas le dijo que no podía irse, que tenía que quedarse con él.
Pinocho se echó a llorar tan desconsolado diciendo que quería volver a
casa que el malvado titiritero lo encerró en una jaula para que no
pudiera escapar.
Por suerte, su hada madrina que todo lo sabe, apareció durante la
noche y lo liberó de su cautivério abriendo la puerta de la jaula con
su varita mágica. Antes de irse, Pinocho tomó de encima de la mesa las
monedas que había ganado actuando.
De vuelta a casa Pinocho volvió a tener las prejas normales, cuando de
repente, el grillo y Pinocho, se cruzaron con dos astutos ladrones que
convencieron al niño de que si enterraba las monedas en un campo
cercano, llamado el "campo de los milagros", el dinero se
multiplicaría y se haría rico.
Confiando en los dos hombres, y sin escuchar al grillo que le advertía
del engaño, Pinocho enterró las monedas y se fue. Rápidamente, los dos
ladrones se llevaron las monedas y Pinocho tuvo que volver a casa sin
monedas.
Durante los días que Pinocho había estado fuera, Gepetto se había
puesto muy triste y, preocupado, había salido a buscarle por todos los
rincones. Así, cuando Pinocho y el grillo llegaron a casa, se
encontraron solos. Por suerte, el hada que había convertido a Pinocho
en niño, les explicó que el carpintero había salido dirección al mar
para buscarles.
Pinocho y grillo decidieron ir a buscarle, pero se cruzaron con un
grupo de niños:
- ¿Dónde vais?- preguntó Pinocho.
- Al País de los Juguetes - respondió un niño-. ¡Allí podremos jugar
sin parar! ¿Quieres venir con nosotros?
- ¡Oh, no, no, no!- le advirtió el grillo-. Recuerda que tenemos que
encontrar a Gepetto, que está triste y preocupado por ti.
- ¡Sólo un rato!- dijo Pinocho- Después seguimos buscándole.
Y Pinocho se fue con los niños, seguido del grillo que intentava
seguir convenciéndole de continuar buscando al carpintero. Pinocho
jugó y brincó todo lo que quiso. Enseguida se olvidó de Gepetto, sólo
pensaba en divertirse y seguir jugando. Pero a medida que pasaba más y
más horas en el País de los Juguetes, Pinocho se iba convirtiendo en
un burro. Cuando se dió cuenta de ello se echó a llorar. Al oírle, el
hada se compadeció de él y le devolvió su aspecto, pero le advirtió:
- A partir de ahora, cada vez que mientas te crecerá la nariz.
Pinocho y el grillo salieron rápidamente en busca de Gepetto.
Geppetto, que había salido en busca de su hijo Pinocho en un pequeño
bote de vela, había sido tragado por una enorme ballena.
Entonces Pinocho y el grillito, desesperados, se hicieron a la mar
para rescatar al pobre ancianito papa de Pinocho.
Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió porfavor que le
devolviese a su papá, pero la enorme ballena abrió muy grande la boca
y se lo tragó también a él.
¡Por fin Geppetto y Pinocho estaban nuevamente juntos!, Ahora debían
pensar cómo conseguir salir de la barriga de la ballena.
- ¡Ya sé, dijo Pepito hagamos una fogata! El fuego hizo estornudar a
la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes.
Una vez a salvo Pinocho le contó todo lo sucedido a Gepetto y le pidió
perdón. A Gepetto, a pesar de haber sufrido mucho los últimos días,
sólo le importaba volver a tener a su hijo con él. Por lo que le
propuso que olvidaran todo y volvieran a casa.
Pasado un tiempo, Pinocho demostró que había aprendido la lección y se
portaba bien: iba al colegio, escuchaba los consejos del grillo y
ayudaba a su padre en todo lo que podía.
Como recompensa por su comportamiento, el hada decidió convertir a
Pinocho en un niño de carne y hueso. A partir de aquél día, Pinocho y
Gepetto fueron muy felices como padre e hijo.
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