miércoles, 24 de abril de 2013

HACIA LA ARMONIA INTERIOR



Con mucha frecuencia se dictan en  diferentes lugares, cursos sobre control mental o salud emocional, temas estos que día a día cobran más  interés y más adeptos dadas las difíciles circunstancias ambientales en que ha de desenvolverse el cotidiano vivir de las gentes y la enorme presión que los problemas de toda índole ejercen sobre el individuo, entregado, las más de las veces, a un existir superficial, disperso contradictorio en el que no hay tiempo ni espacio para la reflexión, el análisis, la evaluación objetiva de las ideas y los aconteceres y en el que falta, por supuesto, sentido y trascendencia frente al misterio de la propia vida o ante la siempre renovada maravilla del espíritu humano.
Aunque he recibido cordialísimas invitaciones para asistir a dichos cursos, mis quehaceres habituales no me han permitido hacerlo, pero escucho, si, con sincero interés las informaciones que al respecto me han dado quienes participan en ellos y aprovechan al máximo los consejos y prácticas que allí se les inculcan para lograr una actitud serena, confiada y animosa frente al constante reto de la vida.
Se les insiste mucho en la necesidad de tener, cada día, un espacio de tiempo disponible para entrar en el mismo y acallar, mediante la relajación corporal y el silencio físico y mental, las discordantes voces de la imaginación y la sensibilidad, alteradas, confusas, negativas, enervadas en fin bajo el influjo fuerte de la prisa, del ruido, del desorden que caracterizan hoy nuestras ciudades.
Se les hace hincapié en el propio valer y en la grandeza de la persona humana, verdades evidentes que sin embargo son menospreciadas en estas sociedades de consumo en las que el individuo es estimado por su capacidad de producción y valorado a la par que los guarismos de su cuenta bancaria.
Se les invita a entrar en el conocimiento de sí mismos para evaluarse luego con objetividad y sensatez, actitud  sapientísima que obviamente habrá de conducirles a acrecentar los rasgos positivos de su carácter y temperamento y a luchar con constancia por mejorar las deficiencias que como humano tiene su personalidad.
Se les formula, en fin, un ideal de vida armónica y feliz, en el que el trato con los semejantes esté siempre inspirado por el respeto y la consideración y las normas morales orienten la conducta por derroteros firmes de verdad y justicia.
Como se ve por estas confidencias y el sincero entusiasmo con que mis informantes me cuentan en detalle las técnicas de estudio, las muy interesantes experiencias vividas y los reales logros alcanzados  ,estos cursos resultan un éxito completo y sus participantes encuentran siempre en ellos verdaderas respuestas a sus interrogantes e inquietudes.
Son, por así decirlo, como una iniciación hacia la armonía interior, hacia el despertar del espíritu humano cuyas riquezas y posibilidades ni siquiera soñamos por andar siempre inmersos en las ocupaciones y conflictos de este confuso mundo en que vivimos y que trata de apabullarnos con su materialismo desbordante para el cual sólo importan los atributos físicos, las fluctuaciones bursátiles, el precio de la Upac o el último decreto del gobierno en materia fiscal. 
¡Que insospechadas maravillas,  pienso, nos esperan a todos, más allá de los límites del espacio y del tiempo, cuando ya desasido nuestro espíritu de toda inútil vanidad penetremos, por fin, en el Misterio!  Ese Misterio, digo, que nos rodea por doquier y siempre y del que basta apenas un destello para colmar de dicha y de grandeza nuestro humilde vivir de cada día.
Aida Jaramillo Isaza.
Revista MANIZALEZ, Mayo l999
Volúmen XLIII, número 696

domingo, 21 de abril de 2013

Para ti, algo que debes recordar


Ayúdame a mirar



Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
¡Ayúdame a mirar

TRATAMIENTO DE MERECIMIENTO




Yo me merezco todo lo bueno, no algo, un poquito, sino todo lo bueno.
Ahora disuelvo cualquier pensamiento negativo o restrictivo. Me libero y disuelvo todas las limitaciones del pasado. No me ata ningún miedo ni limitación de la sociedad en la que vivo. Ya no me identifico con ningún tipo de limitación.
En mi mente tengo libertad absoluta.
Ahora entro a un nuevo espacio en la conciencia, en donde me veo de forma diferente. Estoy creando nuevos pensamientos acerca de mi ser y de mi vida. Mi nueva forma de pensar se convierte en nuevas experiencias.
Ahora sé y afirmo que formo una unidad con el Próspero Poder del Universo. Y por lo tanto recibo multitud de bienes. La totalidad de las posibilidades está ante mi.
Merezco la vida, una vida buena.
Merezco el amor, abundante amor.
Merezco la salud.
Merezco vivir cómodamente y prosperar.
Merezco la alegría y la felicidad.
Merezco la libertad, la libertad de ser todo lo que puedo ser.
Merezco muchas cosas más que todo eso: merezco todo lo bueno.
El Universo está más que dispuesto a manifestar mis nuevas creencias y yo acepto la abundancia de esta vida con alegría, placer y gratitud.
Porque me lo merezco, lo acepto y sé que es verdad.
Así Es. Gracias Amado Universo.
 
Aporte de Xavier Rivera.
México.