miércoles, 30 de marzo de 2016

SENTIMIENTO


 
Un sentimiento es un estado del ánimo que se produce por causas que lo impresionan, y éstas pueden ser alegres y felices, o dolorosas y tristes. El sentimiento surge como resultado de una emoción que permite que el sujeto sea conciente de su estado anímico.
Los sentimientos están vinculados a la dinámica cerebral y determinan cómo una persona reacciona ante distintos eventos. Se trata de impulsos de la sensibilidad hacia aquello imaginado como positivo o negativo.
En otras palabras, los sentimientos son emociones conceptualizadas que determinan el estado de ánimo. Cuando éstos son sanos, es posible alcanzar la felicidad y conseguir que la dinámica cerebral fluya con normalidad. En el caso contrario, se experimenta un desequilibrio emocional que puede derivar en el surgimiento de trastornos tales como la depresión.
Los cambios en las cargas emocionales determinan las características de los sentimientos. Las emociones pueden ser breves en el tiempo, pero generar sentimientos que subsistan a lo largo de los años.
Básicamente, los sentimientos se clasifican en positivos (cuando promueven las buenas obras) y negativos (si fomentan las malas acciones). Es común, asimismo, que se recomiende luchar contra estos últimos para alcanzar la paz interior. Buenos o malos, sin embargo, ambos grupos comparten la imposibilidad de ser transmitidos con precisión.
Esta división de los sentimientos según parámetros de la moral y la ética resulta muy inestable, ya que varía considerablemente dependiendo de los ojos que la miran. La lucha por entender el bien y el mal es probablemente el legado más antiguo que acarreamos como especie; nadie en su sano juicio se atrevería a admitir públicamente que hace el mal a los demás, así como muy pocas personas se privarían de gritar a los cuatro vientos que ayuda a los desfavorecidos.
Pero, ¿cómo saber si un sentimiento es positivo o negativo? Basándonos en los ejemplos más populares, podemos decir que desear la muerte a alguien es malo, mientras que alegrarnos por el nacimiento de un bebé sano es bueno. Si aceptamos la veracidad de estas declaraciones, entonces surge una grave contradicción entre dichos principios y algunas situaciones muy particulares, ésas que nos obligan a cuestionarnos nuestros principios.
Cuando un niño es maltratado por un mayor, se crea en él un odio que, en muchos casos, lo lleva a desear con todas sus fuerzas que su agresor muera. Claro está que no se trata de pensamientos alegres o constructivos, y que siempre es preferible trabajar para canalizar la ira de manera sana, pero sin duda resulta difícil calificar de la misma forma los sentimientos de una víctima hacia su abusador que la envidia de alguien por el coche de su vecino.
Esto nos lleva a una clasificación más compleja, que intenta ahondar en las razones que dan origen a los sentimientos, para determinar, de alguna forma, si son justificables. A pesar de todos los estudios que puedan realizarse acerca de la sensibilidad humana, se trata de un terreno que parece imposible de dominar, especialmente cuando entran en juego, por ejemplo, el amor, el odio, la frustración y la pasión.
Con respecto a los sentimientos de la gente hacia la infancia, es difícil encontrar un par de ojos que no se iluminen ante la noticia de un embarazo, o al ver la sonrisa inocente de un niño. Sin embargo, esta alegría que la mayoría siente al pensar en un nacimiento no parece hacer caso a ciertas problemáticas muy relacionadas con la procreación humana, tales como la sobrepoblación y la pobreza, dependiendo del caso.
Entristecerse por ver a una mujer embarazada no necesariamente significa odiar la vida; al contrario, si se trata de una persona sin recursos, o que sufre de una enfermedad terminal o bien que fue víctima de una violación, la decepción ante tal cuadro podría ser la forma más positiva y productiva de reaccionar, la más generosa para con la criatura que se gesta en su vientre.
FUENTE: http//definicion.de/

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