Reflexionemos juntos /as.
En el mes del amor y la amistad queremos hacer referencia al amor en
la familia como un valor que se construye.
Este es un buen motivo para reflexionar en la relación que tenemos
con nuestras familias y cómo éstas pueden ayudarnos a enfrentar el diario vivir
y a actuar con determinados valores y costumbres.
En la familia se produce una gran parte de los “insumos”
emocionales que necesitan las personas para el desarrollo pleno de sus
capacidades, habilidades y potencialidades. El amor, la protección, la
identidad, el sentido de pertenencia, entre otros. En su interior se construyen
los más fuertes vínculos de afecto, que son la base del bienestar emocional de
sus miembros.
Desde la familia es posible estimular la solidaridad, la tolerancia,
la aceptación de la diferencia y el respeto mutuo. Es un amortiguador en los
tiempos difíciles y una fuente de apoyo y acompañamiento en las transiciones de
la vida.
La familia sigue cumpliendo, a pesar de las crisis y los cambios, una
compleja y minuciosa labor de formar a sus miembros para vivir en sociedad,
transformar su entorno y construir un mundo mejor. Podemos concluir que la
familia es el ámbito más deseable para crecer.
El buen funcionamiento familiar depende de muchos aspectos como las
diversas maneras de enfrentar y resolver los problemas, la expresión de
sentimientos, la comunicación, el ejercicio de la disciplina y, las
posibilidades para que dentro del marco familiar, cada uno de sus miembros
construya un proyecto de vida propio.
Este propósito debe orientarse a enriquecer las relaciones familiares
estableciendo formas de interacción, entendimiento y cooperación que faciliten y
promuevan el desarrollo personal y eleven la calidad de vida de cada una de las
personas que la integran.
Las siguientes orientaciones ayudarán a rescatar la familia como un
lugar para vivir mejor, y a la vez convertirla en una alternativa para
disfrutar, encontrar tranquilidad, comprensión y ternura.
1. Tener fe en que la familia es un proyecto, posible, legítimo y
bondadoso, en el que todos los miembros podemos aportar.
2. Pasar más tiempo efectivo en familia, jugar con los niños,
compartir la mesa, conocer a los hijos.
3. Confiar en nuestras capacidades y retomar nuestro lugar y
compromiso como padres.
4. Brindar a los hijos el afecto, la protección y la tranquilidad
emocional que necesitan para sentirse seguros y confiados.
5. Mejorar la comunicación. Conversar con los hijos, escuchar lo que
dicen, darle importancia a lo que piensan y sienten.
6. Ejercer autoridad con sensibilidad, firmeza, respeto y
justicia.
7. Vencer el estrés, fortalecer la paciencia, la tolerancia y la
comprensión.
8. Crear expectativas positivas respecto al futuro y transmitir a los
hijos la alegría de vivir.
9. Conocer y revisar frecuentemente nuestros comportamientos como
padres para ser un modelo digno de imitar.
10. Definir los valores que se desea trasmitir y las reglas que van a
permitir fortalecer estos principios.
11. Fortalecer la vida espiritual para trasmitir a los hijos un
sentido de vida.
12. Promover la expresión positiva de sentimientos.
13. Disfrutar muchos momentos amables, afectuosos y entrañables
al calor del hogar.
Gracias a la Lic. Sonia Pérez de Pujol.
Sicóloga
" Grande es la Ternura cuando cabalga en el
corazón"
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