La suerte es un encadenamiento de sucesos que es considerado
como casual o fortuito. Quienes creen en la suerte, sostienen que las
condiciones de vida pueden depender del destino o de la existencia y utilización de
amuletos.
Por ejemplo: “Tuve tanta mala suerte que, cuando llegue a
la playa, se largó a llover”, “Marcelo tiene mucha suerte: ayer encontró
mucho dinero en la
calle”, “Julieta lleva un trébol de
cuatro hojas en su bolsillo para atraer la buena suerte”.
La superstición sostiene que ciertos
objetos o conductas (como una herradura, un trébol de cuatro
hojas, una pata de conejo, cruzar los dedos o tocar madera) traen buena suerte.
Otras cosas, en cambio, generan mala suerte: un gato negro, romper un espejo,
derramar sal o abrir un paraguas dentro de una casa. Y en ambos casos, la lista
continúa.
Uno de los puntos débiles de la superstición se aprecia al
observar que cobra formas diferentes en cada cultura. Por ejemplo, los japoneses
no dan ningún significado negativo a abrir un paraguas dentro de una vivienda y,
cuando lo hacen frente a una persona occidental, suelen sorprenderse ante su reacción.
Muchos artistas, famosos y no tan
famosos, realizan ciertas acciones antes de subirse a un escenario para que sus
presentaciones sean exitosas. Desde rezar hasta lanzar un objeto contra una
pared, buscan la protección de alguna entidad, que les ofrende eso que su jerga no les
permite mencionar: la suerte.
Para los racionalistas, la suerte no existe.
Lo que se considera buena o mala suerte puede explicarse a partir de la aplicación de las leyes de la
probabilidad. Si un balcón cae sobre una persona, esto no
habla de su suerte; el deterioro que el edificio haya sufrido hasta el momento
del accidente hace que la estructura se desprenda, independientemente de quién
esté pasando por debajo.
La razón también se opone a las falacias lógicas de los amuletos.
Por ejemplo, si alguien que cree tener una camisa que atrae la buena suerte,
encuentra trabajo el primer día que la usa en una entrevista,
bien puede basarse en esa anécdota para intentar confirmar la veracidad de su
superstición; sin embargo, un racionalista siempre se inclinará por
explicaciones que respondan a los principios de la estadística.
Dado que creer en la suerte no daña a
nadie, todos deberían ser libres de explicar aquellas situaciones aparentemente
fortuitas como puedan y deseen. Además, así como ninguna persona puede probar
que un amuleto cambió su suerte, no existe científico capaz de demostrar lo contrario de forma
incuestionable.
Existe una tendencia a creer que la
suerte es producto de una serie de factores que podemos controlar, como ser el
estado de ánimo y las decisiones que tomamos en torno a un cierto
objetivo. Se dice que quien se mantiene positivo ante los desafíos y no deja de
luchar hasta conseguir lo que busca, tiene más probabilidades de conseguirlo que
aquel que duda y anuncia el fracaso aun antes de empezar; el primero atrae la
buena suerte, mientras que el segundo, la mala.
La suerte también puede estar vinculada
a las creencias
espirituales. Para los creyentes, ciertos rituales o prácticas (como
rezar) hacen que fuerzas sobrenaturales incidan en el mundo físico y favorezcan
la suerte.
Otra acepción de la palabra suerte la
define como un sinónimo de especie, género o tipo, y su uso no es muy normal en el
habla cotidiana, sino que se suele encontrar en el lenguaje escrito. Por lo
general, denota una cierta dificultad para hallar una comparación acertada; por
ejemplo: la oración “Tomó unas cuantas
flores y esbozó una suerte de centro de mesa” hace pensar que la calidad o
el acabado del arreglo floral no convence al narrador, sea porque no es de su
agrado o porque no goza de un aspecto muy definido
fuente: http://definicion.de/suerte
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