La curiosidad, junto a la búsqueda de
novedad y la apertura a la experiencia, representa el deseo humano de adquirir
conocimiento y vivir experiencias. Lo opuesto a la curiosidad es el aburrimiento
(que, a su vez, está asociado a ansiedad y depresión), el desinterés y el
hastío.
La curiosidad puede manifestarse en
cualquier momento en nuestras vidas diarias, desde la atenta lectura de un
determinado email, hasta observar a un gorrión cazar insectos en el aire o
dedicar un rato a mirar una fotografía peculiar.
Todas las personas sienten curiosidad,
pero se diferencian entre ellas en el alcance e intensidad de dicha curiosidad y
en su disposición a experimentar aquello por lo que sienten curiosidad.
El proceso suele ser el siguiente:
primero te encuentras con algo que llama tu atención y despierta tu curiosidad
(como un gorrión haciendo una extraña pirueta en el aire). El siguiente paso
consiste en actuar (salir a tu jardín para observar con más detalle ese gorrión
y descubrir qué está haciendo y por qué). Si el gorrión no despierta tu
curiosidad ni siquiera llegarás a salir al jardín, pero si sientes curiosidad,
tal vez averigües que esas piruetas extrañas significan que está cazando
insectos. Este conocimiento puede fomentar aún más tu curiosidad y hacer que
decidas ampliar tus conocimientos acerca de estos pequeños e inteligentes
pájaros, y puede que hasta te conviertas en un experto o incluso tal vez decidas
que quieres estudiar una carrera relacionada con el mundo animal.
Por este motivo, la curiosidad y la
búsqueda de novedad están relacionadas, puesto que cuanto mayor sea tu
disposición a buscar cosas nuevas, más probabilidades tendrás de encontrar
aquello que suscite tu curiosidad y enriquezca tu vida y tu personalidad.
No obstante, la persona curiosa
encuentra cosas que le interesan prácticamente en cualquier parte y es capaz de
hacer que una tarea que, en principio, parece aburrida se convierta en
interesante, porque ve cosas que otros no ven y le llaman la atención fenómenos
que otros ni siquiera perciben.
La apertura a la experiencia es una
dimensión de orden mayor de la personalidad que implica una receptividad a
fantasías, sentimientos, ideas y valores nuevos. Si estás más dispuesto a
aceptar lo nuevo, tanto dentro de ti como fuera, serás más curioso porque
estarás expuesto a más estímulos que puedan despertar tu curiosidad. Las
personas más abiertas a la experiencia tienen más sensibilidades imaginativas,
artísticas y no convencionales. Sin embargo, la apertura a la
experiencia es más bien una predisposición psicológica y no
necesariamente va acompañada de acción o experimentación.
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