Tenemos en nuestro poder un gran
potencial, todavía no manchado con defectos de nuestro mundo. Es natural como un
niño y nos preserva en un primer momento de aquello que podría ser nocivo para
nuestra integridad.
Pero... ¿por qué no la atendemos?,
¿por qué no le prestamos atención?
Se halla libre de todo juicio al
tiempo que unida a nuestras predicciones, aquellas que a menudo esbozamos en
silencio tras confirmar una noticia que ya suponíamos.
A pesar de estar formada por lo mejor,
seguimos sin darle adecuado crédito. Es rápida y no se halla teñida con
mecanismos de defensa que protegen nuestro indefenso yo. ¡Qué curiosidad! Las
defensas protegen al yo privándole de la única posible y real: la
intuición.
Uno de los mecanismos para defender
nuestro estimable Yo es la negación de una realidad. Si ese hecho llegara a
nuestra conciencia tal y como ha sido presentido, probablemente nos llenaría de
angustia o desasosiego. Y precisamente la justificación de la actuación de la
negación es impedir que cualquier realidad sea mal vivida para el ser
humano.
La gran virtud de la intuición es
justamente que surge previa al proceso de enmascaramiento de la realidad. No se
saca ningún provecho con ella a pesar del gran beneficio que podría reportarte
si te acostumbraras a percibir sus señales o indicaciones.
La
intuición ayuda al ser humano a captar una situación, hecho o persona que podría
ser perjudicial. A menudo el miedo a que nuestra intuición tenga una justificada
realidad nos hace bloquearla, negarla obstaculizando su reflexión.
fuente:h//proyectopv.org
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