lunes, 1 de septiembre de 2014

El miedo a la soledad (1)

JELENA SIKIRICH
La vida es un hecho interesante, sorprendente y profundo, pero debido a muchas circunstancias, no siempre y no para todos esto se hace evidente. Vivir una vida activa, real y consciente resulta ser sumamente difícil, sobre todo ahora, en nuestra época tan compleja y contradictoria. Siempre se nos caen encima un montón de problemas y situaciones de estrés que tienen su repercusión en nuestro estado moral. Nuestra vida pasa por una agitación constante y nosotros somos incapaces de romper ese círculo vicioso al que al parecer vamos acostumbrándonos con el tiempo.
Existen problemas relacionados con la lucha por la simple supervivencia física. Suelen ser complicados y dolorosos, y para resolverlos se sacrifican la salud, los nervios y la estabilidad psíquica. A veces algunos se ven forzados a concluir un trato con su conciencia renunciando a sus principios. La lucha por el bienestar material ha llegado a ser para muchos el credo de toda su vida, el principio supremo de la existencia en nombre del cual todo está permitido. Esta lucha ha convertido a muchos hombres en fanáticos servidores del culto más popular en el mundo, aquel que desplazó de nuestra vida no solo la noción de Dios, sino también muchos valores espirituales y humanos: su majestad el Dinero. Su gobierno, al igual que el de cualquier tirano, al principio ofrece promesas tentadoras, pero luego trae consigo solo decepciones, frustración y fracaso de las ilusiones. Tras la fachada de un paraíso idílico donde el hombre materialmente asegurado puede adquirir y hacer todo lo que quiera, se esconde una multitud de conflictos humanos no resueltos que quizá no afecten al cuerpo, pero sí al alma. Hay tantos problemas que no se resuelven con dinero y enfermedades cuya curación no se compra con millones… Cuanto más valor van adquiriendo los problemas materiales, convirtiéndose en una prioridad vital, tantos más problemas del alma van pasando al anonimato de la clandestinidad. Pero el hecho de que esos problemas no salten a la vista de todos no quiere decir que no existan, que los hombres no sufran por ellos o que no se agraven día a día.
La soledad es uno de estos problemas palpitantes y delicados del alma humana que nos afecta a todos, independientemente de nuestra situación material, nivel intelectual o títulos adquiridos. No existe ni una sola persona que pueda presumir de no haber sentido nunca en su propia piel ese estado interno tan particular que puede ser a veces doloroso y a veces, por el contrario, muy profundo y especial.
¿Por qué y en qué situaciones el hombre puede sentirse solo? No es fácil responder a esta pregunta. En realidad, el problema de la soledad recuerda en algo a un enorme iceberg. Existe una pequeña parte bien vista y perceptible para todos. Pero hay también otra parte, mucho más grande, sumergida en el agua, que queda fuera del alcance de la vista humana y de las leyes de la lógica habitual.
(CONTINUARÁ)

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