miércoles, 23 de agosto de 2017

FABULA: LA LECHERA




Iba alegre la lechera camino del mercado. Con paso vivo, sencilla y
graciosa, sostenía sobre su cabeza un cántaro lleno de leche. Ese día
se sentía realmente feliz y a medida que se iba acercando al pueblo,
su dicha aumentaba.¿Por qué? Porque la gentil lechera caminaba
acompañada por sus pensamientos y con la imaginación veía muchas cosas
hermosas para el futuro."Sí-pensaba-.Ahora llegaré al mercado y
encontraré en seguida comprador para esta riquísima leche. Sin duda,
han de pagármela a buen precio, que bien lo vale."En cuanto consiga el
dinero, allí mismo compraré un canasto de huevos. Lo llevaré a mi
cabaña y de ese montón de huevos, lograré sacar , ya hacia el verano,
cien pollos por lo menos. ¡Ah, que feliz me siento de pensarlo
solamente! Me rodearán esos cien pollos piando y piando y no dejaré
que se le acerque zorra ni comadreja enemiga."Una vez que tenga mis
cien pollos, volveré al mercado. Y entonces, entonces...los venderé
para comprar un cerdo."Sí, un cerdo, no muy grande, un lechoncito
rosado. ¡Ya me encargaré yo de cebarlo! Crecerá y se pondrá gordo,
porque estará bien alimentado con bellotas y castañas. Será un cerdo
enorme, con una barriga que ha de arrastrarse por el suelo. Yo lo
conseguiré."Siguió la lechera su camino, sonriendo ante la idea de ser
dueña de tan robusto animal. ¿Que haría? Lo pensó un instante. Y otra
vez una sonrisa de felicidad iluminó su linda carita."Claro está. Ya
se lo que me conviene. Ese cerdo magnífico bien valdrá un buen dinero.
¡Con él me compraré una vaca! ¡Una vaca y ...un ternero! ¡Ah, que
gusto ver al ternerito saltar y correr en mi cabaña!"Ya se imaginó la
lechera correteando junto al ternerito. Y al pensarlo, río alegremente
a tiempo que daba un salto.¡Hay cuanta desdicha siguió a su alegría!
Al dar el salto , cayó de su cabeza el cántaro que se rompió en mil
pedazos.La pobre lechera miró desolada cómo la tierra tragaba el
blanco líquido. Ya no había leche, ni habría pollos, ni cerdo, ni
vaca, ni ternero. Todas sus ilusiones se habían perdido para siempre,
junto con el cántaro roto y la leche derramada en el
camino

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