sábado, 7 de junio de 2014

La promesa de paz

La promesa de paz ofrece esperanza, pero como el mercurio, a veces parece resbaladiza y evasiva. Estamos en una encrucijada de la civilización humana. 

Por un lado, las cosas se están desintegrando con rapidez. Esto se manifiesta a través de las guerras, las contiendas, los disturbios, las limpiezas étnicas, etc. 

Sin embargo, por otro lado, una integración casi invisible que implica alternativas y nuevas posibilidades está uniendo las piezas. 

Restablecer la paz en el ámbito social, económico, político y otros aspectos de la sociedad supondrá contemplarla desde dos niveles: el externo y el interno. 

La educación para la paz, la resolución de conflictos y todas las iniciativas de paz deben tener en cuenta la conexión fundamental entre los individuos y la paz mundial. 

Los programas y proyectos deben destacar la paz individual, ofreciendo medios proactivos y prácticos para la consecución de la paz, comenzando por el primer paso: conocerse a uno mismo.

La paz es el cimiento, la base fundamental sobre la que se erige una sociedad sana y funcional. La paz es la principal característica más destacada de una “sociedad civilizada,” y el carácter de esta sociedad puede verse a través de la conciencia colectiva de sus miembros. 

Una civilización puede ser el paraíso o el infierno dependiendo de la conciencia de sus miembros. La conciencia crea la cultura - sus normas, valores, y sistemas - y la conciencia puede transformar la cultura.

Finalmente, cuando todas las mentes estén orientadas y estabilizadas en la única Fuente de paz eterna y sincronizadas en todo el mundo, el eco de la paz emitida desde el silencio repetirá, “¡SE DECLARA LA PAZ MUNDIAL!”

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